lunes, junio 17, 2013

Y...


Y antenoche, Neyra explicándome lo maravillosa que es la Elsa. Como si no lo supiera ya. Yo estuve ahí, fui su novio y la quise mucho; me enamoré de ella. Pero me cansé de que cada vez que le echaba flores ella me las regresara.

Y que chistoso porque esto lo digo en sentido figurado, pero hay algo de similitud con la realidad: a la Elsa no le gustaban las rosas, sus flores favoritas son las gardenias. Y me acuerdo porque un jueves estábamos todos en La Taberna —2010, por supuesto; qué días aquellos— y un tipo llegó vendiendo rosas, y precisamente Neyra, en la peda, consciente de que 'al bebé' no le gustaban las rosas, me alentó a comprarle una cuando yo le pregunté frente a todos que si quería una rosa.

Claro, clásico en mí, acaparando la atención de toda la mesa en un bar, para hacer algo a todas luces incómodo para la Elsa. Porque si hay algo que no olvido, es la cara que puso cuando se la di, y le dije adrede: "toma, mi amor". Me vio con cara de 'por favor no hagas esto', pero aún así la aceptó.

Así como Neyra aceptó que me odiaba los primeros meses después de que decidí terminar con su mejor amiga. Porque, cómo era posible que yo hubiera dejado a semejante mujer. Y sí, es verdad, yo siempre he estado consciente de lo que es 'el bebé', pero para todo hay razones. Válidas o no para quien sea, siempre existen motivos para terminar con una relación amorosa.

Lo chistoso no es confirmar todo lo que siempre supe que pasaría cuando tome tal decisión, sino ver la cara de Neyra al enterarse de que se equivocó conmigo. Porque así fue, y si quieren se los digo yo mismo: se equivocaron. Y no es que yo no me equivoque, sino que no soy tan mierda como ellas pensaron.

Pero también está el hecho de saber que tomé la decisión correcta. La Elsa es mucho más feliz ahora que no está conmigo. Y no sólo ella, todas. I can see it. Es como una constante. Soy una especie de antesala hacia el novio correcto/perfecto/futuro esposo y equivalentes. Y si no, pregúntenle a las demás morras de las que he sido novio, a ver qué les dicen. Porque yo lo he visto. Da como una especie de calma el poder decir: "qué bueno que es feliz ahora con él, y se dio cuenta de que yo no soy lo que en primera instancia ella pensó". Y no es que me sienta libre de culpa, simplemente estoy consciente de que hay vatos mucho mejores que yo, en el papel de novios. Por eso estoy tan tranquilo, porque yo sé que a la Lulú también ya le sigue el bueno.

Por eso me da risa cada vez que cocino un platillo diferente, y la 'rompo' —ya la había librado seis párrafos sin hablar de futbol—, y que en el trabajo me digan: "Luis, ya te puedes casar". Qué chingón que me digan lo que se acostumbra decir en la mayoría de las familias mexicanas, o bien, en las familias lideradas por padres rancheros o machistas, aunque yo también soy medio macho (Hernández, 2013), pero ahorita más bien soy la morra que se consagró como buena cocinera y ya puede complacer a su futuro marido; aunque ahorita no haya tal.

Y me da risa, porque cada que veo a todas mis amigas y amigos que ya se casaron o viven con sus parejas, me doy cuenta de qué tanta hueva me da vivir así. Y a lo mejor es por la mala experiencia que tuve al vivir un mes con la Lulú, pero justamente ahí está lo chistoso: que mi tía me haya dicho que pensaba que con ella me iba a casar, por el nivel de conexión —de química, 'omaigá'—, que teníamos.

Y no es que no me quiera casar, a huevo que me quiero casar; creo. Pero para mi 'mala suerte' cada vez estoy más lejos porque ni siquiera novia quiero tener. Cada vez tengo más pinches pedos para ser pareja de alguien porque estoy tan acostumbrado a mí mismo, que ya soy casi un ermitaño. Soy como Jim Carey en Yes, man antes de conocer a la hermosísima mujer que representa todas las pinches frustraciones que alguna vez sentí, y que por si no fuera ya chistoso, se llama igual que mi estación favorita: 'Verano'.

Y si no, pregúntenme cuántas veces he salido solo ya, porque mis amigos andaban de mandilones o simplemente con hueva de salir. Y no es que en Ensenada no lo haya hecho, sino que allá vive la gran mayoría de la gente que conozco, y por una cosa o por otra acabo encontrándome a alguien y resulta que mi velada ya es compartida.

Por eso le digo a mi tía que quién sabe si me voy a casar o tener hijos, aunque a ella le moleste y me diga que "tengo que". Porque finalmente me di cuenta que no necesito a nadie para hacer lo que se me ocurra. Como ir por una, dos, o cinco cervezas a La Mezcalera y tomármelas en la barra, donde a veces llegan todos esos 'juniors' que en lugar de cartera portan una paca de dólares para pagar una media, hasta el grado de hacer batallar al dar el vuelto, a la bartender que piensa que le estoy tirando la onda porque no estoy haciendo otra cosa que tomar cerveza solo en su barra.

Y probablemente ahorita ustedes piensen que estoy todo roto y llorando mientras escribo estas líneas, pero la verdad es que estoy cagado de risa porque hace mucho que no era tan feliz y podía escribir todas estas estupideces sin pudor alguno.

Pero si es así que lo piensan, y les doy un poco de lástima —y no es que sea la víctima, sino que muchos locos eso inspiran: lástima— ahí tienen mi número para invitarme a tomar unas cuantas cervezas, que para mí no hay nada mejor que platicar de lo que uno cataloga como 'serio' en esta vida, mientras disfruta de un par de 'Pacíficos' bien heladas; y más si es con una morra. Y ahí es donde está mi lado macho. 

Que al cabo de todos modos (jajaja) yo ya traigo ganas de caguamear con dos de ustedes, y de ser posible en La Mezcalera, por favor. Así es, me estoy refiriendo a mis ex novias —nótese al macho, 'mis'; "pero si aquí nadie es de nadie, mi compa"—. Y si usted lleva la cuenta le doy los números: 3 y 4, pero si usted es malo con las matemáticas aquí le dejo los 'nombres': Michelle y Marion, ahí nomás.

Pero si en lugar de lástima lo que le doy es hueva y no me quiere ni invitar siquiera a cargar su equipaje, no se preocupe, que al cabo ahí está la bartender, para hacerla sentir más incómoda que con todos los vatos que sí le están tirando la onda.

Pero no vaya a pensar que estoy borracho, porque claro que no es así, estas son horas de trabajo. Borracho estaba el sábado que me encontré a Neyra y se le ocurrió preguntarme el 'por qué' real, de mi decisión con su mejor amiga. Y a lo mejor ni estaba tan borracho, aunque a su prima le pareció lo contrario, tanto, que mientras explicaba mi pasado, a ella se le ocurrió decir que le daba hueva escuchar a un vato que estaba 'enciclado'. Tal y cual. Supongo que se refería a que estoy ciclado. Fíjese usted, tanto se me nota que hasta la gente que no me conoce se da cuenta que traigo el 2010 en mi cabeza permanentemente.

Pero no vaya a pensar que estoy hablando nomás por hablar. Simplemente, disculpe usted, es el café.