martes, abril 01, 2014

Vos y yo


La atracción está achí, sobre la mesa: chó te gusto a vos, y vos me gustás a mí. No hay que decirlo para saberlo. Tus comentarios y bromas podrían significar para mí lo que para los demás parece obvio, pero chó sé qué es lo que pasa en realidad. Porque, ¿sabés una cosa? Vos tuviste razón, aquecha vez que dijiste: "mmm, sí que sos muy pequeño para mí". Y sí, vacha que lo soy.

No solamente mido aproximadamente unos 13 centímetros menos que vos, sino que además soy casi dos años más chico que vos. Y eso no es nada, a nivel de atracción también hay una diferencia. Mientras a ti te mandan flores y te buscan 27 sujetos distintos cada día, yo únicamente resulto atractivo para tres chicas, y a decir de mis amigas, ninguna de echas es bonita. Qué bárbaro. Y esa es sólo la cuestión física.

Pero si de dimensionar la altura hablamos, también soy más pequeño que vos económicamente hablando. Mi familia jamás tendrá las riquezas que tiene la tucha, ni cerca. Vamos, tan sencicho como comparar mis apechidos con los de vos; decir los lugares que visita tu familia cada fin de semana, en comparación con los de la mía. La ciudad natal de tus padres y los míos; lugar de residencia; los amigos de nuestros padres; festejos; la gente con la que vos te codeás; en fin; para vos esto es un juego.

Con relación a ese mismo tema, está la cuestión de las aspiraciones. Pongamos la situación de lo que vos podés aspirar si te casás con alguien de tu clase social, y la hipotética situación de lo que aspirarías de estar conmigo. Es una burla. Tus padres ni siquiera te permitirían que malgastaras tu futuro relacionándote con alguien como chó, que no viene de ninguna familia acomodada, que no va a ningún lado, que no es dueño siquiera de la casa en la que vive. Qué vergüenza.

Después, podemos agregar la perspectiva política. ¿Qué clase de hombre no posee una corriente política? ¿Cómo es posible que no se identifique con ningún color? Ni siquiera con el de oposición al nuestro. Imagináte. Sería una vergüenza para tu familia que vos decidieras estar con alguien que no milita para el partido político tradicional en la familia; que no milita para ninguno; es más, que la política le parece cada vez más burda e irreversible, y eso gracias a que trabaja para los mismos sujetos que la conforman; eso mismo, un peón.

Y chá por último, poné la visión sobre la Iglesia. Imagináte lo que pensarían tus padres de un tipo al que no le gusta ir a misa ni siquiera cuando es en honor a alguien que facheció. Qué barbaridad. Olvidáte de la comida familiar los domingos después de acudir a la Iglesia; o al menos olvidáte de que esté tu pareja con vos. Olvidáte de casarse por la Iglesia, sacrilegio en tu familia.

Muy por debajo de lo que tus padres esperan de tu novio/prometido/esposo. En efecto, "muy pequeño para vos". Un verdadero desperdicio, pudiendo ser feliz con semejante hombre de altura en toda la extensión de la palabra: 1.88 metros de estatura, dos años más grande que vos, bechísimo, fornido, empresario, hijo de cualquier apechido que integra el catalógo de personajes adinerados en esta ciudad; con la misma visión política que vos, vamos, militante del mismo partido; crechente en la religión; dueño de media ciudad; conocedor del mundo; el hombre perfecto.

Viste? Y vos que preferís seguir jugando a la princesa y el mendigo. Andá arriba y dejá de jugar, boluda. Que acá no hay nada que podás ver sin voltear abajo.

Y, ¿sabés qué es lo más gracioso de todo? Que ni siquiera estoy seguro de nada de esto.

sábado, marzo 22, 2014

Unas por otras


El otro día, señalando a una morra hermosa, el Pablo me preguntó: "¿qué harías si cada mañana esa morra te despertara y te dijera: 'ya te preparé el café, mi amor'"? Obviamente me cagué de risa, y respondí: "lloraría de felicidad".

El punto es que su pregunta me hizo pensar en que yo ya tuve eso, si podemos llamar 'tener' a ese tipo de detalles que a mí me matan. Y no es por la cuestión de que las mujeres me 'sirvan', son simplemente los detalles, como cuando yo hice de comer para cualquiera de ellas, se siente bien recibirlo de vuelta; en fin.

Ya hubo una morra que me despertaba todas las mañanas, ya fuera en su departamento o en mi casa, para decirme casi con las exactas palabras que usó el Pablo, que ya estaba listo el café; incluso muchas veces me hizo chilaquiles y otro tipo de desayunos. Y estuvo muy bien, pero sólo tuve eso una vez, y con esa vez me bastó para entender que hay que cambiar unas cosas por otras.

Todo ese tipo de detalles que la Lulú tuvo, eran directamente proporcionales a su locura, frenesí, control, celos, paranoia, inseguridad, etcétera. Además ella no era tan hermosa como todas las demás morras de las que he sido novio. See the point? Unas por otras. Tristemente, todo el tiempo que estuve con ella, al ver a otra chica más guapa, pensé que a lo mejor podría estar con alguien más. Y mientras estuve con las otras morras, pensé que me faltaban esos detalles. You got to choose. A veces es así.

Es como una especie de balance interno, en cuestión de gustos, porque no se puede tener todo. Y ahora que no estoy con nadie, y que me esforcé por estar con alguien, puedo entenderlo. De todos modos, a mí me sale buenísimo el café.

lunes, febrero 24, 2014

Turning point


Life is about turning points. At least that's what I learned. Evidentemente en esos 'turning points' hay una especie de pausa en la que nosotros decidmos cuál camino tomar.

Es como cuando en 'No country for old men', Llewelyn se topa con una mujer en la alberca del motel, y ella le ofrece una cerveza. Él responde que "ya sabe a lo que una cerveza conduce". Eventualmente, los narcotraficantes mexicanos lo alcanzan, y muere; una gran escena, que por cierto no se ve. Si él hubiera hecho caso a sus propias palabras, probablemente habría seguido con vida, pero la película habría tomado otro sentido, porque esa no era la intención; en fin. Mi idea es que la vida es sobre 'puntos de giro'.

En mi caso, he tenido algunos claves. Por ejemplo, si yo hubiera decidido no ir al 'Mango' aquella noche de diciembre, no habría pasado por una de las experiencias más enriquecedoras (en muchos sentidos) de mi vida. Sólo levantarme del sillón aquella madrugada, llevó a una infinidad de cosas que hasta la fecha sostengo como un parteaguas en mi vida.

Igual la primera vez que me arrestaron. Si no hubiera decidido acompañar a la Caro, habría dormido tranquilamente, mientras ella se hubiera quedado atorada en medio del río que recorría la avenida Reforma aquella noche. Por supuesto que no fue así y una vez habiéndola dejado en su casa, cuando la lluvia calmó, me quedé dormido al volante en un semáforo con el carro en marcha por más de 30 minutos (según la declaración de los oficiales; seguramente, pues), y así fui arrestado por manejar 'temerariamente'.

Y qué tal la segunda vez que me arrestaron. Estábamos a unos metros de mi casa, y el Gordo decide que quiere ir a un bar. Minutos después y a causa del alcohol, lo olvida. Terminamos comiendo pizza, y es ahí donde nos encontramos al Adrián, quien nos invita a la Política. Al volver de ahí, el resto es historia: arrestado por irreverente, en la puerta de mi casa. Qué bárbaro. Si hubiera mandado al carajo al Gordo, nada habría pasado. Pero es que de eso se trata: de que pase.

Como cuando choqué. La clave está justo en el momento que decidimos ir a platicar con 'las morras de aquella mesa'. Algún día tendré los huevos para contar lo que pasó. Por ahora sólo puedo decir que de haberme detenido cualquiera de las dos veces que pensé en comprar café y tacos, otra historia estaría contando. Pero no, es el chiste. Si no me hubiera casi matado, seguiría siendo irresponsable, inmaduro, probablemente no me habría reencontrado conmigo mismo después de años, seguiría siendo altanero, reclamándole a la vida algo que ni me debía; no habría visto que tenía todo y casi lo pierdo por una tontería. No sé por qué me dieron una segunda oportunidad, pero gracias.

O la noche que terminé en el departamento de la Lulú. Si no hubiera decidido tomarme esa última cerveza, habría dormido solo y probablemente no habría sucedido nada. Pero me quise quedar, y a ella se le ocurrió llamar.

Y es lo que me lleva al último 'turning point' de lo que he vivido. Esa noche, justo la noche que todas mis esperanzas en que un matrimonio pudiera funcionar se rompieron, me puse pedo —y ni tanto— y decidí brincarme la barra para hacer justamente lo que siempre estuve cuidando: no romper la relación cliente-bartender. Pero así era, tenía que salirme de mi zona para saber qué se siente brincarse la barra y cagarla, hacer el ridículo —y ni tanto, porque al principio yo tenía el control de mis sentimientos, el pedo fue cuando no los tuve y volví a ser cursi—, y que me batearan por querer hacer las cosas bien después de años, en lugar de seguir siendo un cabrón. Sólo para conocerme más, en otro lado de mí, uno que se tropieza y se cae, pero en otro terreno. Y luego se levanta, se limpia las rodillas y sigue caminando porque sabe que en realidad no se cayó, sino que nada más le dieron un golpe a su ego; para que entienda y no pierda el piso, otra vez. Y entonces sonríe.

Ya no estoy seguro si brincarme la barra fue un error, pero sin duda ese fue el 'punto de giro' que ahorita me está haciendo sonreir.

viernes, febrero 21, 2014

En llamas


"Soy el Generador que dispara cuando sea que él se rinda. Lo que sea que esto es, sales tú y se enciende. ¿Qué acaso no puedes escuchar a mi motorizado corazón? Fuiste tú quien lo encendió".


-David Grohl.

jueves, febrero 13, 2014

Bien


Es un pedo luchar contra mis propios demonios; contra todos estos vicios que he venido arrastrando desde siempre, desde la primera vez que fui novio de alguien, quien fuera. Y después apareció una mujer que quiso corregirlos, pero la cansé y se fue. Entonces entendí algunos de ellos, y fui más frío, y pude hacer a un lado algunos, pero sintiendo menos amor, siendo menos impulsivo, menos dedicado; más sin huevos.

Así pasé dos años, sin buscar compromenterme de lleno porque a lo mejor a lo que le estaba huyendo era a la caída, sin darme cuenta que realmente ya estaba avanzando hacia ella. Por eso entendí que si te caes no pasa nada: te sangra la boca, y a veces la nariz, te levantas, y sigues otra vez; que al cabo la sangre para, sólo queda la cicatriz. Y los últimos/otros dos, los pasé intentando descubrirme con alguien a mi lado, cuando debí tomarme el tiempo para encontrarme a mí mismo, y después ser compañero de alguien, pero sin buscarlo. Claro, eso lo entiendo hasta que finalmente decido estar solo y ver qué hay en mí. Aunque no todo es basura, que también de esas cosas se aprende.

Y entonces, cuando de la nada y después de un rato alguien provoca en mí esas ganas de hacer cosas, de ser cursi, de acoplarme, de echarle todas las ganas que quizá debí poner antes —pero entendiendo que a la vez por algo fue así—, es que vuelven esos impulsos, esos vicios, cierta visceralidad, inmadurez, insensatez, paranoia, y demás. Pero ahí está lo bonito de todo: el vencerlos.

Por eso empiezo a pensar/entender que quizá no vaya a pasar nada con The KKK; que en realidad esto no es más que una prueba para finalmente corregir estos vicios, para hacerme madurar como novio enamorado, para ser una mejor persona, aunque sea sólo un poco.

Por eso me siento cada vez más identificado con Cohle en cada comentario que hace. Porque a lo mejor no estoy hecho para estar con alguien más que conmigo, porque soy más práctico, directo, y frío; y no son delirios, sino que la soledad también me sienta bien, aun cuando sin querer encontré a alguien con quien sí quiero estar, o acompañar, o avanzar, o lo que sea que esto sea.

Por eso no los dejo salir (a mis demonios), aunque sea una lucha constante por sacar al viejo yo, contra esta versión en reparación de mí mismo. Porque quiero aplicar esa practicidad como pareja, si es que llego a serlo; porque sé que eso es basura, que no me sirve, que no voy a llegar a ningún lado con hacerla de pedo por nada, con precipitarme, con delirar, con preocuparme; para qué.

Y es así que finalmente puedo decir que estoy bien, sólo bien. Tranquilo no, porque quisiera verte más tiempo y más veces; ni cómodo porque en ocasiones quisera decirte más, pero me tengo que medir. Bien, porque estoy dibujándome otra vez, sin importar a dónde me lleve este camino. De todos modos, ya estoy ahí.


domingo, enero 12, 2014

Mis hermanas


Dicen mis hermanas, que anoche la China no dejaba de voltear hacia donde yo estaba.

Este fue el cuadro: en el último set de la banda, ya entrada la madrugada, la mayoría de la gente estaba en la pista. Yo entré a la barra para comprar cerveza with The KKK. Al volver, levanté la mirada para no chocar con nadie, y justo en ese momento la multitud se abrió, formando un pasillo que llegaba hasta el fondo del bar, en el que sólo estaba la China. Y justamente ahí –haya sido por inercia o no– se le ocurrió voltear en la dirección que yo venía. Nos vimos por un segundo, obviamente vio en otra dirección, y continuó escuchando lo que sea que su guapo acompañante le decía. Dos segundos después, volteó conmigo, pero yo ya había girado, entonces nuestras miradas ya no se cruzaron.

Me dirigí con mis hermanas, les conté lo sucedido, y me fui al escenario para seguir cantando como un loco.

Al final de la noche, cuando nos sacaron del bar, ellas me dijeron que la China estuvo volteando en nuestra dirección, que esperara y no saliera todavía porque ella estaba parada en la salida. Pero como me gusta el peligro, no hice caso y me dirigí hacia la barra nuevamente. Mis hermanas me acompañaron, y según dicen, ahí me vio también. 

Nosotros nos quedamos en la barra, y la China siguió su camino, permaneciendo en la entrada principal. Mientras yo coqueteaba with The KKK, mis hermanas cuidaban mi espalda. "No deja de voltear a verte", dijo una de ellas.

Dejamos el bar, y fuimos a comer burritos en la banqueta. Aún ahí, la China se cruzó una vez más en nuestro camino; supuestamente continuó viéndome.

Dicho todo lo anterior, expongo mi teoría: 1) La única vez que nuestras miradas chocaron, fue una coincidencia entre el hecho de que la multitud se moviera –probablemente la banda hizo una pausa en el set–, que yo levantara la cabeza, y la inercia de voltear cuando alguien, quien sea, pasa frente a tus ojos. 2) Obviamente la China estaría volteando hacia nuestra dirección, porque estábamos justo al frente de la atracción principal del bar: la banda. 3) Al salir de la pista, volteó conmigo por la misma inercia que la hizo mirar la primera vez. 4) Mientras estábamos en la barra, obviamente volteaba en nuestra dirección porque estaba esperando a que salieran sus demás acompañantes. 5) Cuando estábamos cenando en la banqueta, también volteó porque seguramente le estorbábamos para pasar. 6) Todas las veces que volteó, pudieron ser para saludar a una de mis hermanas, ya que conoce a las dos. Y 7) Para qué chingados habría de voltear conmigo, si el tipo que la acompañaba es más guapo, más alto, más delgado, más fuerte, mejor peinado, y con mejor barba –y probablemente con mucho más dinero–, que yo.

Evidentemente, mis hermanas me quieren mucho, porque todo fue una muy graciosa coincidencia.