lunes, febrero 24, 2014
Turning point
Life is about turning points. At least that's what I learned. Evidentemente en esos 'turning points' hay una especie de pausa en la que nosotros decidmos cuál camino tomar.
Es como cuando en 'No country for old men', Llewelyn se topa con una mujer en la alberca del motel, y ella le ofrece una cerveza. Él responde que "ya sabe a lo que una cerveza conduce". Eventualmente, los narcotraficantes mexicanos lo alcanzan, y muere; una gran escena, que por cierto no se ve. Si él hubiera hecho caso a sus propias palabras, probablemente habría seguido con vida, pero la película habría tomado otro sentido, porque esa no era la intención; en fin. Mi idea es que la vida es sobre 'puntos de giro'.
En mi caso, he tenido algunos claves. Por ejemplo, si yo hubiera decidido no ir al 'Mango' aquella noche de diciembre, no habría pasado por una de las experiencias más enriquecedoras (en muchos sentidos) de mi vida. Sólo levantarme del sillón aquella madrugada, llevó a una infinidad de cosas que hasta la fecha sostengo como un parteaguas en mi vida.
Igual la primera vez que me arrestaron. Si no hubiera decidido acompañar a la Caro, habría dormido tranquilamente, mientras ella se hubiera quedado atorada en medio del río que recorría la avenida Reforma aquella noche. Por supuesto que no fue así y una vez habiéndola dejado en su casa, cuando la lluvia calmó, me quedé dormido al volante en un semáforo con el carro en marcha por más de 30 minutos (según la declaración de los oficiales; seguramente, pues), y así fui arrestado por manejar 'temerariamente'.
Y qué tal la segunda vez que me arrestaron. Estábamos a unos metros de mi casa, y el Gordo decide que quiere ir a un bar. Minutos después y a causa del alcohol, lo olvida. Terminamos comiendo pizza, y es ahí donde nos encontramos al Adrián, quien nos invita a la Política. Al volver de ahí, el resto es historia: arrestado por irreverente, en la puerta de mi casa. Qué bárbaro. Si hubiera mandado al carajo al Gordo, nada habría pasado. Pero es que de eso se trata: de que pase.
Como cuando choqué. La clave está justo en el momento que decidimos ir a platicar con 'las morras de aquella mesa'. Algún día tendré los huevos para contar lo que pasó. Por ahora sólo puedo decir que de haberme detenido cualquiera de las dos veces que pensé en comprar café y tacos, otra historia estaría contando. Pero no, es el chiste. Si no me hubiera casi matado, seguiría siendo irresponsable, inmaduro, probablemente no me habría reencontrado conmigo mismo después de años, seguiría siendo altanero, reclamándole a la vida algo que ni me debía; no habría visto que tenía todo y casi lo pierdo por una tontería. No sé por qué me dieron una segunda oportunidad, pero gracias.
O la noche que terminé en el departamento de la Lulú. Si no hubiera decidido tomarme esa última cerveza, habría dormido solo y probablemente no habría sucedido nada. Pero me quise quedar, y a ella se le ocurrió llamar.
Y es lo que me lleva al último 'turning point' de lo que he vivido. Esa noche, justo la noche que todas mis esperanzas en que un matrimonio pudiera funcionar se rompieron, me puse pedo —y ni tanto— y decidí brincarme la barra para hacer justamente lo que siempre estuve cuidando: no romper la relación cliente-bartender. Pero así era, tenía que salirme de mi zona para saber qué se siente brincarse la barra y cagarla, hacer el ridículo —y ni tanto, porque al principio yo tenía el control de mis sentimientos, el pedo fue cuando no los tuve y volví a ser cursi—, y que me batearan por querer hacer las cosas bien después de años, en lugar de seguir siendo un cabrón. Sólo para conocerme más, en otro lado de mí, uno que se tropieza y se cae, pero en otro terreno. Y luego se levanta, se limpia las rodillas y sigue caminando porque sabe que en realidad no se cayó, sino que nada más le dieron un golpe a su ego; para que entienda y no pierda el piso, otra vez. Y entonces sonríe.
Ya no estoy seguro si brincarme la barra fue un error, pero sin duda ese fue el 'punto de giro' que ahorita me está haciendo sonreir.
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