martes, julio 13, 2010

¿La ciencia del sueño?


1.- Estoy sentado en la Avenida Soto, en la calle, picando jamón para cocinar mi desayuno, pero lo estoy picando en el suelo, no hay tabla de picar ni nada por el estilo. Empiezo a juntarlo para servirlo en el sartén, mismo que se encuentra hirviendo, como si el calor del ambiente fuera suficiente para calentar el suelo a tal grado de convertirlo en un especie de plancha.
Por alguna razón sé que se van a juntar en casa del Cruz, volteo a la esquina y veo venir al Ramsés. Viene trotando, viste ropa deportiva, está superdelgado.

- Güey, estás adelgazando.
- Ya sé (sonriente).
- ¿Qué estás haciendo?
- Me estoy yendo a correr todos los días, y cuando llego a la casa hago media hora de bicicleta.


2.- Estoy seguro que soñé con la Paloma, pero no me puedo acordar qué fue. De seguro algo bonito, porque cuando intento recordarlo siento algo en el estómago.


3.- (Este es el mejor en mucho tiempo, tal vez por su grado de cursilería). El Chester y la Daisy ya no viven con nosotros, no sé donde están. En su lugar, la mascota de la casa es un león blanco, con manchas cafés y negras en la cara. Es nuestro porque un día, mientras mi madre salía rumbo a su trabajo lo encontró divagando afuera de la casa, sintió lástima por él y decidió adoptarlo. A mí me asusta alimentarlo, pues anda suelto por el patio de la casa, es decir, no hay división alguna que lo separe de nosotros.
Camino por el que solía ser el Edificio Cadillac, doy vuelta a la izquierda en la esquina, con rumbo a mi casa, cuando veo a un león totalmente blanco rondando el lugar, cerca de mí. Me detengo, sin hacer movimiento alguno, tengo miedo. El león se regresa con rumbo a mi casa, y por alguna extraña razón sé que es hembra. Al verla, me percato de que esta toda sucia, como si la hubieran revolcado, su pelaje tiene muchos nudos, se ve cansada, débil, como si tuviera días perdida. Entonces me subo al techo del Bar Balboa para evitar ser alcanzado por la leona, quien al percibir determinado olor, corre hacia la puerta de mi casa. Desde mi posición puedo ver el patio de mi casa, y como el león siente la presencia de la leona. Éste se acelera, corre alrededor del patio, desesperado, incluso molesto; mientras la leona, al otro lado de la barda, ruge de tristeza, golpeando la puerta con fuerza, como si hubiera encontrado lo que buscaba. Hasta ese momento pensaba en reportar a la leona con las autoridades correspondientes, pero la situación entre los felinos empieza a tener sentido. El león está tan desesperado que de un salto y al mismo tiempo un golpe, derriba la puerta de mi casa. El encuentro entre los leones es de película. Juguetean en la calle por un momento, se ven totalmente felices. La leona sale corriendo del lugar, como si supiera perfectamente hacia donde ir; el león corre tras ella.

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