Caminaba por la playa hacia un pueblo poco habitado pero bonito. Era una especie de Ensenada. Ese día era celebrada la feria del pueblo, el invitado: Los Tigres del Norte. Quienes se dirigían al lugar atravesando el mar y cargando sus instrumentos, detrás de mí. Una enorme ola empezó a formarse a nuestras espaldas, entonces fuimos presa del pánico. Correr como nunca. La ola nos alcanza. Los Tigres del Norte mueren, estaban más cerca del agua que yo; sobrevivo. Una segunda ola, mucho más grande que la primera. A correr de nuevo, con más miedo que aire. Un hombre en cuatrimoto pasa al lado mío en dirección contraria, no tarda en regresar. Logro subir a un cerro, y evitar morir. De pronto tengo muy presente que se nos había alertado sobre esto. Corro a casa, está llena, la familia e invitados totalmente desconocidos. La marea empieza a subir, puede verse desde la ventana de la casa, pues está muy cerca de la playa. De pronto una mujer gigante sale del mar, muy parecida a Mrs. Satrapi; pide entrar a la casa. Le abro la puerta. Mientras intentamos secarla, una segunda mujer gigante sale del mar, también pide entrar. Al ver a la primer mujer le dice: la confesada; y ella contesta: la oyente. ¿Qué chingados? La marea empieza a subir hasta el punto de meterse a la casa. Empiezo a desalojar a la gente, sin embargo es sólo por un tiempo, al darme cuenta de que es posible que no salga, me doy cuenta de que realmente no quiero morir. Entonces salgo sin importar quien se haya quedado dentro. Por suerte todos lo lograron. Corremos sin detenernos hasta el cerro más próximo, sobrevivimos. Regreso a casa. De pronto recuerdo que detrás de la casa se encuentra estacionado mi auto. Está hecho trizas, pero prendido. Me subo e intento moverlo.
Es la tardenoche en la ciudad. Venimos saliendo de una especie de reunión entre amigos, algunos han bebido de más. El Tavo está drogado y no puede manejar. La Amarilla decide conducir en su lugar. El auto está lleno. Entonces el Cheko discute con una señora que no tiene nada que hacer dentro del carro, y mi reacción es: así es esto, ninguna relación tiene finales felices a esta edad. Eso empieza hasta los 26 o 27. ¿O no? La señora asiente. Hay una especie de roce entre la Amarilla y yo, pero sé que entre nosotros nunca pasará nada.
Llegamos a otra fiesta. El Rodo y yo platicamos sobre la música del lugar. Le pregunto a la anfitriona:
- ¿No tienes algo de...? Mejor olvídalo.
- ¿De qué?
- No, es que va a estar medio imposible. De los Arctic Monkeys.
El Cheko se caga de risa: no mames, todo imposible. La morra ni siquiera los conoce. Mi teléfono suena, contesto, y la Magda dice una frase interesante que no puedo recordar.
Caminamos entre una especie de tianguis, no buscamos nada en particular. Me detengo en un puesto de juguetes. Ni en mis sueños puedo encontrar el revólver perfecto.
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