jueves, agosto 29, 2013

Pendejo


Siempre he sido un cursi. No es una cualidad —o defecto en su caso— que adquirí por gusto, o con el paso del tiempo. Mi primer recuerdo de alguna cursilería directamente con una niña, data de hace 19 años, aproximadamente. 

Me enamoré de una prima, que para colmo no me correspondía. Pero en mi afán por conseguir su aprobación, atracción, atención, o lo que sea que estuviera buscando de ella a esa edad, le cantaba 'canciones' inventadas por mí; especialmente a la hora de la comida, momento en el cual estaba toda la familia reunida, y podía presenciar mi acto (situación que a su vez confirma, siempre me ha gustado llamar la atención/ser el centro de la mesa/ser protagonista/etcétera). Y digo 'canciones' porque obviamente sólo eran palabras que rimaran. Lo más chistoso era la cara de su hermano mayor (mi primo más grande), totalmente burlándose de mi espectáculo barato.

Con el paso del tiempo y muy probablemente al consumir películas como My girl, mi nivel de persona cursi aumentó. Mi siguiente recuerdo fue de cuando estaba en segundo de primaria. Una niña de nombre 'Roxana' flechó mi corazón, y por eso me la pasaba dibujando corazones flechados con su nombre y el mío.

Dos años después me gustó una niña completamente fuera de mi alcance; obviamente en ese momento no lo sabía. Es ahora que analizo la situación y puedo ver que en primera instancia estaba el hecho de que yo era gordo, por lo que me veía más chaparro aún; además lucía feo; y el factor que ahora pondero más: nuestra diferencia de niveles socioeconómicos. Ni siendo el más 'carita' del salón, sus padres habrían permitido que su hija fuera novia de alguien sin un apellido de renombre en la alta sociedad. En fin, ella sólo podía verme como su mejor amigo, por obvias razones. Recuerdo que le pregunté si quería ser mi novia como tres veces; pobre diablo. Con ella mis cursilerías eran regalarle paletas de corazón, pastillitas en forma de corazón, chocolates; obsequios dignos de un gordito.

Después fui creciendo y haciendo cosas como empezar a regalarle rosas a la morra que me gustaba en la secundaria; discos, películas, peluches, hasta un anillo. A esa misma morra, de la que fue novio casi cinco años, le escribí mis primeras canciones, ahora sí con música y toda la cosa. Ya de ahí a que estén bien hechas o sean buenas, es otra historia.

Al tiempo fui novio de una morra a la que cuando cumplimos un mes juntos, le dediqué todo un setlist acústico en una fiesta cualquiera.

Con una morra hice todas las cosas más cursis. Le canté canciones, le escribí, le dejé recados en las ventanas de su auto, le di flores, le llevé café, le hice de comer; le hice un tipo álbum de fotos de todos los sitios que le gustaban de la ciudad, en una caminata que dimos alguna vez. Enfermo, el bato.

A raíz de eso bajé un poco mi nivel de cursilería, de manera voluntaria. Y ya sólo hice cosas como cantar canciones y regalar rosas. Aunque después perdí como la noción de la realidad y cometí la estupidez de hacer cosas que sólo había idealizado.

Creo que lo más estúpido fue llevar a una novia a Disneyland, en la temporada navideña, a dos días de Navidad, cuando apenas teníamos como un mes de novios. Sí, no sé que me pasó. Con ella hice casi todo lo que no debes hacer cuando tienes tan poco tiempo de ser pareja. Incluso una amiga me dijo: "creo que tú has viajado más con tu novia en cuatro meses, que yo con mi prometido en cinco años". Re mal. Digo, no es que no me haya divertido, o que no lo haya disfrutado en su momento, pero acelerarme de esa manera simplemente me mostró cuán inmaduro fui al no controlar mis sentimientos. Cosas que antes nunca había hecho, y que consideraba dignas de esperar. En fin.

A ver si con esto aprendo la lección, pero lo dudo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario